Hoy os queremos dar a conocer la villa de Granadilla a menos de 30 minutos de Ramajal Rural, autentica maravilla arquitectónica y sin duda fragua de la historia de las Hurdes; su muralla con forma semejante al fruto del granado, dio nombre a la población.
En un pequeño articulo no podemos dar a conocer toda la historia de las Hurdes, tampoco queremos hacerlo más extenso para no caer en la pesadez, pero si queremos daros a conocer de la importancia de esta villa y el paralelismos con estas tierras.
En 1170 el rey Fernando II de León después de haber derrotado a los musulmanes, repuebla la aldea, que había quedado muy despoblada tras la batalla y la dota de muralla y castillo, dándole el título de villa de Granada, en 1221 la Hurdes empezaron a depender de Granadilla, dividiéndose en la dehesa de lo Franqueado y la dehesa de las Jurdes, podemos decir sin exactitud la denominación actual de Hurdes bajas y las Hurdes altas, si bien con una suerte muy diferente, pues la dehesa de Jurdes es dada a la alberca como dehesa de concejo, y ahogando a sus habitantes, impidiéndoles la caza, la pesca y el cultivo, diferente es en la dehesa de lo Franqueado, que previo pago, pueden realizar todo esto.
Si dura era la vida en la obscura edad media, más lo era en las zonas de montañas, en tierra dura y pobre, aislada, sin vías de comunicación, si además lo único que se podía hacer en ella para dar de comer a sus habitantes se prohibía o se tasaba con impuestos abusivos, lo hacía más duro aún, quizás por ello la humanidad de sus habitantes que tenían que compartir todo lo que tenían y que sin duda a quedado en los genes de los actuales residentes.
Un error de cálculo del ingeniero que realizó el pantano de Gabriel y Galán, el cual aseguró que Granadilla estaba en la cota de inundación de las aguas de este, hizo que sus vecinos fueran obligados a dejar la villa en 1961, haciendo de aquel mal para sus vecinos, una maravilla para la actualidad, pues ha hecho que sus murallas, castillo, antiguas casas, etc., queden conservadas como entonces para nuestro deleite, ya que las aguas nunca llegaron a la población.
El castillo sin duda es la alhaja arquitectónica, conservado perfectamente, hace de la visita a este algo que no debemos perdernos, ver sus chimeneas, las empinadas escaleras, salas, salones, habitaciones con sus letrinas horadadas en sus muros, etc… a poca imaginación que tengamos, viajaremos 800 años atrás. Desde lo alto unas vistas inmejorables de toda la villa, de su muralla, del amplio pinar que se extiende a sus pies, del pantano que desborda su grandiosidad y enriquece los campos con sus aguas.
Pasear por sus calles empedradas en un día solariego de otoño, sin duda hace del momento un deleite, el ayuntamiento, la cárcel, la iglesia, el barrio antiguo, hoy casi en ruinas y que data de la época de los musulmanes allá por el siglo IX, hace que nuestra cámara fotográfica no deje de trabajar.
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